martes, 17 de agosto de 2010

Breve elegía a Aang


Algunos podrán tachar de cursi y hasta melodramático el dedicarle una elegía a un animal (cosa curiosa, nosotros también somos animales, sólo que usamos ropa); sí tú eres una de esa personas con perdón te digo (ni tanto, ultimadamente me vale madres si me perdonan o no) que eres un pendejo. Sí, un PENDEJO con toda la extensión de la palabra.
Los animales (repito, los seres humanos también somos animales, pero para evitar tantas explicaciones seguiré refiriéndome como animales a los animales), las plantas, las rocas, todo lo que existe naturalmente en este mundo debe (o al menos así debería ser) ser amado y respetado por todos, y sobretodo por nosotros, los grandiosos seres humanos que en nuestra estúpida soberbia nos sentimos más importantes que todos los demás animales sólo porque tenemos Razón (los animales también la tienen, ¿quiénes chingados somos nosotros para decir lo contrario?); quizás nosotros estamos concientes de que existimos y de que algún día moriremos (eso es lo que nos separa de otros animales), pero tal vez los animales también lo saben, pero somos tan estúpidos y arrogantes que nos creemos los únicos con ese conocimiento. Pues sí, somos únicos, pero los únicos animales de todo el planeta tierra que desprecian a sus iguales, que los mira diferentes sólo porque no tienen autos, ropas elegantes, computadoras y demás cosas que nos han dado nuestra Razón.

¿Por qué hablo de esto? Quizás ya lo intuyeron, pero es porque en la familia acabamos de experimentar otra pérdida; un cachorro de bóxer de tan sólo 4 meses de edad, llamado Aang. Murió en manos de médicos negligentes que no supieron hacer su trabajo (dijeron que tenía una simple infección estomacal y resultó ser moquillo; se les firmó una autorización para hacer análisis y se hicieron pendejos y no los hicieron); pregúntome yo, uno como médico (yo no lo soy, pero me supongo que es una medida común y hasta obvia en cualquiera que se jacte de ser médico) debe conocer síntomas, y en caso de que estos no se presentaran (como argumentaron estos seudoveterinarios), al tratarse del moquillo una enfermedad tan común en los perros, ¿el sentido común no te llama a hacer pruebas de dicha enfermedad aunque los síntomas no se presenten (por cierto, sí se presentaron, pero en su deficiencia no los reconocieron) para descartarla en caso de dar negativo o combatirla en caso de ser positiva? Eso es lo que yo creo, pero al parecer los médicos veterinarios de la CLÍNICA VETERINARIA BIOS, ubicada en Av. PLAN DE SAN LUIS # 1556. COL. MEZQUITAN COUNTRY. GUADALAJARA, JALISCO. LA MVZ (MÉDICO) DONAJÍ MÓNICA B. IBARRA P. Y su esposo, de quien lamentablemente no cuento con su nombre pero que es otro médico veterinario de la clínica, no tienen esa cosa llamada sentido común. (Sí, así es, he comenzado una campaña de desprestigio en contra de estos tipos; hé pegado ya carteles en todo el barrio en el que vivo y en algunos otros, me he plantado fuera de la clínica veterinaria Bios a entregar volantes en donde detallo lo sucedido con Aang y ahora lo hago a nivel red, para aprovechar el poder comunicativo de la internet) .

En México no existen leyes que protejan a los animales (si las que se supone deberían protegernos a nosotros las autoridades nos las cumplen o las violan cada que se les hincha uno, ¿qué les puede esperar a los animales?). Lamentablemente para los animales viven con nosotros, la grandiosa raza humana, que, repito, en su soberbia y arrogancia se ha olvidado de que es parte de la naturaleza (tanto así que se creó su propio hábitat, ese que nos rodea, el de acero y concreto) y esto, algún día (que cada vez se ve más cercano) nos terminará destruyendo; la raza humana será estúpidamente destruida por sí misma, por esa Razón de la que se siente tan orgulloso.
Yo también me siento orgulloso de ella, pero porque yo, al igual que muchos otros, la utilizamos para tratar de mejorar las cosas, para ser mejores personas. Y ser una mejor persona no sólo consiste en aprender a convivir con las demás personas, sino con toda la naturaleza; los perros, los gatos, los pájaros, las ratas, los peces; los mamíferos, los reptiles, los anfibios, los insectos, las aves… las plantas, las rocas… todo lo que nos rodea. Si eres una de esas personas a las que no les gustan los animales está bien, cada quien, no digo que todos nos volvamos druidas y nos pongamos a abrazar árboles o cometamos la idiotez de irnos a vivir con una manada de leones o de osos grizzly (como el hombre grizzly, de Discovery Channel, que fue muerto y comido por la manada de osos con que vivía en su intento por convivir con estos seres; el sentido común y la Razón no sólo sirven para presumirlos, hay que saber usarlos, pues). Repito, si no te gustan los animales está bien, pero eso no te da derecho a lastimarlos, matarlos, despreciarlos y envenenar poco a poco su ambiente (que también es el tuyo, pendejo, el nuestro, el de todos; lo que les haces a ellos te lo estás haciendo a ti mismo). ¿Cuándo fue la última vez que un perro te puso una cadena de castigo para que hicieras lo que él quisiera? ¿Cuándo fue la última vez que una manada de lobos salió a cazar humanos por diversión y colgaron sus cabezas como ornato en sus casas? ¿Cuándo fue la última vez que un elefante le quitó sus dientes a una persona para hacerse un piano o que una marta o una foca asesinaron a un bebé para usar su piel en un elegante coctel?
Lo digo en serio, si seguimos por este camino nos vamos a ir a la chingada y de nada habrá servido todo lo que hemos descubierto y conocido hasta el momento. La Razón del ser humano tiene cosas maravillosas; gracias a ella hemos aprendido a curar ciertas enfermedades, pero también nos hemos dado a la tarea de crear las propias y usarlas como armas contra nosotros mismos, como el ébola y el sida (no sólo me refiero a la raza humana con nosotros mismos, sino a todas las especies animales). Gracias a la Razón también creamos cosas tan hermosas como el arte (la expresión más libre y bella de la humanidad, lo que me hace seguir creyendo en ella y en su redención). Gracias a la Razón hemos llegado al espacio y a conocer cada vez un poco más el universo. Pero también gracias a la razón creamos el odio, el rencor, la soberbia, la pobreza y la riqueza, la injusticia, la desigualdad; la guerra, el asesinato, la violación… carajo, cuando uno se centra en este tipo de acciones puede llegar a aborrecer a la raza humana (y justificado sería, además).
Así que si eres de los que ven en los animales a estorbos que deben ser maltratados y exterminados déjame decirte que eres un completo imbécil; la verdad, lo eres, lo veas por donde lo veas lo eres, no hay justificación. Si eres de los que se sienten superiores porque tienes tecnología y crees que la Razón y la inteligencia consiste en la habilidad que tengas para hacerte rico sin importar si exterminas especies, hábitats o lo que se ponga en tu camino para crecer económicamente, déjame decirte, también, que eres un imbécil; no mereces vivir entre nosotros, en el planeta tierra; el mundo verdaderamente estaría mejor sin gente como tú.
De verdad piénsenlo. Los que aman y respetan a la naturaleza me darán la razón (y que quede claro que no pertenezco a ningún grupo ambientalista ni nada por el estilo, es sólo que me gusta tanto el mundo que me molesta que existan tantas personas, millones lamentablemente, que piensan que sólo por tener nosotros, los humanos, raciocinio, ya somos mejores, superiores y más importantes que los otros animales).
Si alguien mata o daña de alguna forma a otro ser humano es castigado (si es pobre, si tiene dinero puede cómodamente comprar su libertad y su exoneración), pero si alguien mata a un perro, a un gato, a una rata o pisa a una cucaracha simplemente porque se posó en su mano, nadie le dice nada. Es más, a los cazadores (esas detestables personas que gustan de adornar sus casotas con cabezas de animales y especimenes disecados) se les premia, se les reconoce como grandes deportistas… chale, asesinar es un deporte, ¿quién lo hubiera pensado? (es sarcasmo, por cierto).
Ya estuvo bien de sentirnos tan inalcanzables, tan únicos; deberíamos usar nuestra Razón, de la que tanto orgullo sentimos, para sanar al planeta y a todos los que lo habitamos… pero nos dedicamos a todo lo contrario; contaminamos los mares, desaparecemos a otras especies por diversión o por una indiscriminada masacre para comérnoslos (la obesidad es otra cosa que nació con la razón del humano; el pecado de la gula no es por comer en exceso (tampoco es pecado comer carne), sino porque al hacerlo agotamos nuestros recursos). ¿No pensamos acaso que cada que una especie vegetal o animal se extingue le hacemos un daño irreversible y terrible al planeta; nuestro hogar?
Cuando nos acabemos el planeta ¿qué?, ¿los ricos del mundo nos van a comprar otro? ¿Nos vamos a ir a Marte a seguir comportándonos como los pendejos sin escrúpulos que somos? (yo no me considero como tal y conozco a muchos que tampoco lo son, pero por lealtad racial hay que incluirnos en las generalidades, ya qué). ¿Cuando no tengamos dónde vivir de qué nos habrá servido acumular riquezas? Eso es lo que los que contaminan en nombre del dinero parecen no entender o son tan estúpidos que creen que no sucederá o tan nefastos que no les importa lo que suceda mientras ellos ya no estén vivos para verlo… chingado, lo digo en serio, cada vez me convenzo más de que somos una mierda de especie; lo peor de lo peor, lo más lamentable que le pudo haber sucedido a la tierra fue que el ser humano comenzar a crear conciencia. Y lo peor es que todos esos que no se interesan en cuidar al mundo nos van a llevar entre las patas a los que sí nos preocupa lo que le hacemos al planeta.
De verdad, si no enmendamos el camino y nos bajamos de nuestra nube de Razón nos va a cargar la chingada, y no importa cuánto dinero y cuántos edificios enormes tengamos, pues ¿de qué nos servirán cuando no tengamos un mundo y comencemos a extinguirnos poco a poco? Quizás sólo en ese momento la raza humana entienda y recapacite, pero será demasiado tarde; como dice el dicho, después de ahogado el niño a tapar el pozo. Yo no creo en Dios, creo en la naturaleza, y creo que estamos siendo sometidos a una prueba (la prueba es la vida misma)… y ¿qué creen? Estamos perdiendo.

Para despedirme quiero decir que, aunque estoy molesto (muy molesto) por lo que le sucedió a Aang, todo lo que aquí dije en verdad lo pienso, no habla mi enojo, sino que es algo en lo que he pensado mucho.

Aang, a nombre de la familia completa, te pido disculpas por no haber podido cuidarte como hubiéramos querido, por haberte llevado a tu muerte en una incompetente clínica veterinaria. Perdón.

Nos vemos cuando nos veamos.

Pd. Aquí les dejo unas palabras que Yamileth Kuruni escribió en su blog, cuya entrada está en mi blog también:


Odio a la gente cobarde.


Envenenaron a un perro que solía ir a la casa a saludar. Era un perro muy cabrón (lo habían atropellado como siete veces ya) pero con mi familia era tierno y cariñoso. Lo conocí hace dos meses y me fue a despedir. No era callejero, tenía casa y allí iba a dormir, nomás que le encantaba la calle. Tenía una vibra traviesa y tierna.

Odio a la gente cobarde, a la gente que se acerca a ti con intenciones culeras disfrazadas. La gente que hace algo negativo escondida en la tranquilidad de sus casas. La pinche gente envidiosa. Porque estoy segura que eso le envidiaban: que era un ser vivo feliz, sano, fuerte, libre.

No importa a cuántos animales envenenes ni el falso poder que sientas al acabar con una vida tan valiosa de una forma tan vil. Siempre vas a envidiar a los demás, siempre vas a sentirte miserable y con menos valor que un perro semi-callejero que no te hacía ningún mal. Nunca vas a tener el valor para salir de tu pinche agujero de falsa seguridad. Ese perro al que cobardemente asesinaste fue más feliz y más pleno de lo que nunca serás tú.

Ojalá y haya un infierno especial para la gente cobarde.

miércoles, 21 de julio de 2010

La serpiente (otra palabra…, bestial), y su paso por la tierra... O los incapacitados para el éxito.

Durante mi vida he conocido a muchísimas personas; muchas se fueron de mi vida sin mayores contratiempos; conocidos eventuales; otros, entre familiares lejanos (o cercanos pero lejanos) y amigos; estos primeros deslindaron cualquier contacto con mi familia luego de la muerte de mi padre, como si postmortem el título de sobrinos dejara de ser válido; (no es el reconocimiento lo que lamento – antes bien no lamento nada – sino la acción de desechar a la familia de tu hermano cuando ese vínculo muere, es decir, el hermano). Otras personas han dejado más huella en mi vida y me gusta creer que yo he hecho lo mismo en estas personas; familia directa, amigos de verdad (pocos pero chidos) y creo que no cuento con más… pero a mí me parece suficiente.
Otras personas sólo han sido conocidos a los cuales traté durante más tiempo (trabajo, escuela) pero que al perder contacto con ellos la historia es la misma, salen de la vida de uno y muchas veces no se les vuelve a ver más que en contadas chuscas ocasiones que se les encuentra por ahí, vagando a la usanza callejera en todo su glamour… a muchos nos suele pasar, o al menos a mí sí.
¿A qué voy con esto? Sucede que, ahora, cada vez más cerca de la treintena (maldito número tan revelador), me doy cuenta que muchas de esas personas que llegué a conocer en mi vida eran de mi misma edad o algo mayores y menores (cosa que pasaba por alto, quizás por la obviedad del detalle); ahora muchos de esos conocidos son exitosos empresarios, exitosos abogados, exitosos políticos, exitosos ciudadanos, exitosos padres de familia, exitosos cristianos… ¡tanto éxito debe ser abrumador, carajo! Pero los que no nacimos para el éxito, o que cada vez que estamos a punto de alcanzarlo alguien (o nosotros mismos) nos trompicamos, somos más pesimistas… más realistas, dirían muchos y yo entre ellos (no es pesimismo, es optimismo realista; exacto).
La cosa es que no creo que existamos negados y nacidos para tal o cual cosa, eso, para mí, lo decide la forma en que nos desarrollemos (claro, podemos decir – si queremos ponernos preciosos y cursis con la historia y el arte – que ciertos pintores nacieron para pintar, ciertos escritores nacieron para escribir o que los brasileños nacieron para jugar fútbol, etc, etc; todo es relativo, digo yo), y como todo es relativo, el éxito lo es también, y no sólo eso, sino que lleno de matices, como cada cosa y concepto que nos rodea.
Perdí contacto con mis excompañeros de primaria excepto con uno (además estuve en tantas primarias que hubiera sido impensable); a los de la secundaria no los he vuelto a ver más que en ocasionales “ocasiones” para que valga la redundancia, de verlos por la calle y saber que todavía andan por aquí igual que yo; un par estudian en la misma universidad que yo, pero ignoro qué carreras y si me recuerdan (yo lo hago, lo cual me da gusto, pues quiere decir que mi memoria no está tan dañada como auguran algunos; además hay diversos tipos de memorias también). De la prepa continúo frecuentando de una u otra forma a dos amigos; ambos músicos y artistas (otra redundancia), y continúo en contacto con otro, también músico y atlista de hueso colorado.
Después han venido nuevos conocidos; aunándose a los acumulados llegaron aquellos con los que estudié cine. No se ellos, pero ya aprendí muchísimo de esa experiencia (no tanto de cine, eso lo aprendí después; sino de relaciones humanas y reacciones humanas); aquella escuela, con tantos egos enormes flotando en el ambiente no dejaba espacio ni para tirarse un pedo; salí de esa escuela odiando a los esnobs más que lo que jamás los había odiado; hice buenos amigos, aprendí muchas cosas, conocí uno de los ambientes más detestables y elitistas del medio artístico y, lo mejor de todo, vi mucho cine, aprendí muchas cosas y me conocí a mí mismo muchísimo más; realmente aproveché el tiempo en esa escuela, aunque no lo parezca. Sentó mis bases intelectuales actuales, que no pienso abandonar nunca; (y lo digo sin temor a la vieja maldición de nunca digas nunca). Nunca cambiaré de modo de pensar con respecto a la vida y al papel del Ser Humano en ella, porque hacerlo significaría una traición a mis principios y a todo lo que amo y respeto… odiaría mirarme al espejo y ver el rostro de un traidor.
Después de cine llegó Historia; hasta el momento, lo digo seguro, ha sido una de las mejores decisiones que pude haber tomado en mi vida; estudiar historia me abrió una visión que, ya estaba ahí, lo veía todo el tiempo, pero no había tomado conciencia de ello. Sigo pensando en el cine y me gustaría hacer proyectos además de los guiones, que también me he dedicado a escribir por este tiempo; hace unos meses terminamos de grabar un cortometraje que escribí y estamos editando; sigo escribiendo; cuentos, novelas, relatos, historias, salmos, biografías, falsedades, viles mentiras, atrocidades, muertes, perjurios, detalles buenos y bonitos de las sociedades humanas; infinidad de cosas que la literatura me da. Participo en concursos, mando escritos a valoración en editoriales y, en todo este tiempo, (hablo de unos siete años para acá, que comencé a buscar difusión), he conseguido dos malogradas promesas de edición de un libro, un tercer lugar en un concurso de cuento local (me siento bien por tenerlo, es lo que me motiva a seguir concursando), y una antologiable colección de rechazos. Quizás no soy un buen escritor, digo yo… de verdad siempre lo dudo. Pero entonces me doy cuenta de que muchos de mis nuevos conocidos, la banda loca y chida del CUCHS, tienen problemas similares (para nada que me creo único, sino que a veces uno cree que las cosas son personales); los problemas derivan de las posturas, las ideologías, las actitudes; tanto yo como muchos otros conocidos y otros que no conozco tenemos el mismo problema, nuestra forma de pensar es nuestro principal impedimento para tener difusión de manera física; en el arte nacional, y específicamente el local, veo una mayoritaria y lamentable ausencia de compromiso social y político; ese arte es plano. No es arte, es más un remedo que trata de poner una falsa idea en las mentes de los que lo observan. Yo siempre busco reflejar mis intereses y lo que me molesta de la forma en que me gusta hacerlo, sea por el medio escrito o audiovisual; y lo que me molesta, es la pasividad social que existe en todo; vivimos en un país a medio paso entre un Golpe de Estado y una dictadura ultraderechista impuesta por la fuerza militar; todos los días asesinatos tras asesinatos; encajuelados, colgados de puentes, descuartizados, daños colaterales; el Presidente sale a dar la cara con una sonrisa en el rostro y dice lo mismo de siempre; los políticos tienen vendida la patria y nosotros, el pueblo, quedamos entre esta bestia de dos cabezas; el Estado y el Crimen Organizado; el problema es que nosotros estamos desarmados; tenemos las armas del pueblo; palos, azadones, cualquier objeto contundente, y eso sí, mucho corazón.
Esto es lo que me molesta, vivir en un país en el que los servicios de salud sean para los que tienen para pagarlos y el que no tiene se muere y la misma historia con la justicia; un país donde se gastan miles del erario público para malhechas obras públicas, pero no se hacen para nada obras sociales, que son las realmente importantes; todo esto es lo que me molesta, la injusticia, la impunidad de los ricos y poderosos (otro pleonasmo), la desigualdad social y racial. Y todo esto, aunado a demás intereses e inquietudes, siempre está implícito en lo que escribo, no puedo (ni deseo hacerlo), apartarlo de lo que hago, sea en lo que sea; cine, literatura, historia, siempre estarán presente las cosas con las que no estoy de acuerdo, siempre buscaré la forma de decir lo que creo que debería cambiar, de señalar las injusticias como lo que son, de dejar de esperar un cambio de los políticos del país para que México mejore (el cambio está en nosotros, nada más, ellos no quieren cambiar); de decirle a la gente que no porque las cosas han sido así siempre significa que deban ser así siempre; ayudarlos a despertar… más que despertar reaccionar y ensuciarse las manos con una ardua limpieza. Habemos muchos que pensamos así, o al menos lo espero.
Quizás es esto lo que me hace incapacitado para el éxito; desde niño siempre he sido introvertido; me dedicaba más a ver y pensar que a hablar. (Siempre he hablado únicamente cuando tengo algo que decir); si algo me parece mal lo digo; nunca me quedo callado cuando tengo dudas que no puedo resolver yo mismo en ese momento; vocifero y grito cuando es necesario; detesto las injusticias y el abuso de poder y me involucro cuando las presencio. Quizás por eso no consigo una oportunidad del Estado en sus concursos literarios ni difusión en periódicos locales. Quizás por eso no duro en los trabajos; lo lamento, pero no puedo quedarme callado cuando veo que le quieren robar a uno sus derechos; salgo despedido y tras de mi llegan de todo, menos estudiantes; los estudiantes (especialmente los de carreras afines a conductas subversivas y anarquistas; es decir, artes, humanidades) tenemos prohibido trabajar a menos que nos callemos el hocico. Como siempre he dicho, en México la libertad consiste en vivir la libertad que la sociedad/estado impone, no en la propia; los que nos aventuramos a vivir en verdadera libertad muchas veces no tenemos trabajo; somos desempleados de oficio con breves periodos laborales; no podemos ascender al Olimpo de los exitosos, de los buenos partidos, de los niños y niñas bonitas de peinados de salón, perfumes caros y ropa obscenamente más cara (es su dinero, cada quien, pero a mí se me hace un robo cobrar 50 mil pesos por un traje de Dior y una perversión económica por el que los pague). Ese monte está vetado para los que no estudiamos alguna de las carreras de mayor futuro, nos graduamos pronto y nos enlistamos inmediatamente en la sociedad consumidora (y por ende más importante) con el enganche del primer auto; luego vendrá la casa, la televisión, el horno de microondas, el playstation 3 (para los que tienen hijos o para los solitarios viciosos del buen mundo 3D de estas maravillosas cosas); los viajes a las Bahamas en verano, los trajes de tres piezas, los cócteles de beneficencia, el meñique en lo alto y el orgullo en las nubes; si no cambias de auto cada año (qué dirá el Dios Opulencia si me ven conducir un modelo atrasado) tampoco eres exitoso; si tienes aún un celular sin chip (o peor, si no tienes celular) eres menos exitoso que un lumpen (los más exitosos seres humanos, algún día lo explicaré; ya es hora de que se les deje de discriminar).
De muchas cosas depende el éxito; de dinero, privilegios e influencias principalmente, además de otras cosas (The Beatles nos dicen que no puedes comprar amor), ¿pero quién carajos quiere amor si puedes comprar un buen par de nalgas y tetas y una cara bonita? El amor pasa velado, ya a nadie le interesa, por eso estamos como estamos. El éxito también consiste en procrear; formar una familia (por la buena de Dios; es decir casaditos sin mancha; ella blanca blanca y él bien guapo con su moño y toda la cosa y el cabello así, bien aplastado, como morrito de escuela); si no tienes novia no puedes ser exitoso, si no trabajas tampoco, ¿si no vas a misa los domingos cómo quieres que te vaya mejor en la vida? , como me lo dijo cierta ocasión un conocido; o ¿para eso estudiaste cine? Sigues siendo un pinche asalariado. Como me dijo un amigo en otra ocasión que le vi con su flamante traje y gafete que indicaba que había sido atrapado por aquella terrible y familiar bestia descomunal y voraz, también conocida como Wall-Mart.
El éxito llega, se busca y se espera de muchas formas, no sólo de aquella que nos dicen en la tele; yo espero poder vivir de lo que me gusta hacer (es decir, escribir), y aunque no viva rodeado de lujos (que ni los busco ni deseo), me sentiré exitoso; quisiera tener un hijo algún día, y si lo consigo y entre su madre y yo podemos formar un ser humano valioso me sentiré exitoso; si puedo por fin terminar la carrera de historia me sentiré exitoso; me siento exitoso cada que termino de escribir algo simplemente por el hecho de que pude hacerlo… me siento orgulloso de mi familia, en especial de mi madre. Extrañamente las cosas que nos hacen o no exitosos son las mismas para todos; lograr los objetivos personales y profesionales (estudio, trabajo, familia, sociedad etc, etc); de ahí parten si quieres una casa inmensamente enorme en la que puedas perderte durante días, si quieres cambiar de auto cada año, si compras una playera con el dinero que gana un asalariado del mínimo a la quincena, si crees en Dios; todo esto es relativo para el éxito y para la felicidad; tanto el ateo como el beato pueden, más que poder tienen el derecho a ser exitosos y felices sin que sus modus vivendis se vean atrofiados. Y tanto el ateo como el beato, el comunista, el capitalista, el socialista, el marxista, el proyanki… la que fuera su creencia o modo de vivir y pensar no deberían influir en su libertad para tener éxito con lo que se sabe y desea hacer. El Estado mismo se encarga de ponerles trabas a los elementos peligrosos para el pensamiento; quieren una sociedad pasiva, consciente del robo y la injusticia y desigualdad al que son sometidos toda su vida, que se quejan de esa situación, pero que no hacen nada para cambiar las cosas. Gente como nosotros (y otros muchos) somos peligroso para ellos; buscamos un cambio en la forma en que son las cosas; queremos otro sistema, destruirlo completamente y crear uno nuevo, justo y equitativo, donde la riqueza y la pobreza existan sólo de espíritu; donde el Ser Humano realmente pueda desarrollar todo su potencial sin temor a reprimendas por pensar diferente, por osar querer que todos seamos iguales.
Tengo 27 años y casi la mitad de esos años los he vivido afuera de lo legal, de lo social y moralmente aceptado, de lo políticamente correcto, de las buenas costumbres; soy (como muchos más), delincuente, violador, acosador, ratero, criminal, loco, demente, paria, antipatriota, anticristo, odio la vida y a los seres humanos y todo lo que representan; ¿por qué? ¿Porque uso los pantalones rotos, el pelo desarreglado y siempre tengo una cínica sonrisa en el rostro?, aquella del que ríe sabiendo que al hacerlo molesta a los que le miran. ¿Será porque no voy a misa los domingos? (quizás allí encontraré a una buena muchacha, cristiana, pura, que me de su alma y bla, bla, bla…); ¿será, acaso, porque soy un pinche borracho y drogadicto (en palabras de terceros, ya que además de eso soy muchas más cosas), y los borrachos drogadictos no tenemos derechos porque tenemos el cerebro dormido y dañado, todos; somos malvivientes y criminales sexuales?… cada retórica pregunta se me antoja como una respuesta factible… desde la preparatoria aprendí que mi papel en la sociedad era la de marginado social (y no lo digo con ánimo de autolamentación y actitud emo), sino que alguien como yo, que vive su vida bajo sus propias reglas (la primordial – y la única, me atrevería a decir – es el respeto a la libertad de los demás), no encaja dentro de una sociedad donde el derecho a la libertad exige la renuncia de la misma libertad; piénsenlo, es una de las tantas paradojas de la humanidad. Inmediatamente te conviertes en el enemigo; cuando reclamas tu autonomía y aceptas tus responsabilidades de hacerte cargo de tu propia vida y respetar las de los otros siempre y cuando ellos respeten la tuya, diste el primer paso para ser odiado por la sociedad y por el Estado; pues ya no eres igual a ellos, ya no buscas cosas materiales para mostrar a los demás tu éxito, buscas algo más; buscas gozar de esa libertad tuya y quieres que los demás gocen con su propia libertad; pero no puedes, porque tu derecho a ser libre de verdad, es contrario de los interesas sociales del Estado.
Si quieres entrar fácilmente al edén de los exitosos debes acatar las reglas, despedirte de tu libertad; debes respetar a la autoridad ante todo. Debes renunciar a la razón (en palabras de Meyrink, citando a un desquiciado párroco en uno de sus cuentos, cuando un joven pupilo le pregunta ¿qué es el conocimiento?; el miedo a Dios, hijo mío, -le contesta - eso es el conocimiento, el miedo a Dios. Debes, también, conformarte con tu etiqueta; no debes cuestionar dogmas, no debes intentar cambiar las cosas; debes ser pardo, torpe, lerdo, de vista corta e ideas aún más cortas; no pretendo decir que todos los que han tenido éxito en la vida son así, únicamente que, si quieres tener éxito en México, debes ser parte del común denominador; estudiar administración, economía, relaciones y negocios internacionales, leyes, medicina; es decir, carreras de futuro; estudiarlas aunque no quieras y tendrás éxito; luego entrar a trabajar a una gigantesca empresa que te chupe la vida mientras tú le chupas la vida a miles bajo de ti; trabajar para sobresalir a costillas de los más oprimidos así como el opresor mayor vive de tus costillas; es un círculo vicioso que depende de individuos exitosos, que odian ser individuos, que buscan las masas y las encomian.
Los otros, es decir, nosotros, los que queremos vivir igual que ellos (es decir, con las mismas oportunidades, derechos, obligaciones, etc), pero que no queremos renunciar a nuestra libertad a hacer y decir lo que nos venga en gana (repito, sin dañar a otros), tenemos el pequeño problema de no querer entrar al juego; o, mejor dicho, queremos jugar pero con las mismas reglas para todos y con verdadera libertad.
Si quieres hacer arte en México, debes hacer un arte vacío, un arte estético pero tan vano que ofende; sólo así puedes ser reconocido, el otro no es artista, es alborotador. Si quieres estudiar historia, filosofía, sociología, etc, debes hacerlo con el pleno conocimiento de que no vas a hacerte millonario; pero muchos de los que estudiamos esas carreras no nos importa hacernos millonarios y famosos (ni lo buscamos), sólo queremos (o al menos es lo que quiero yo), que las cosas sean distintas. En pocas palabras; si vives en México y quieres tener éxito, debes velar por el derecho consuetudinario del país, pero aquél derecho de la corruptela, impunidad y crimen, no del de tradiciones y costumbres; si quieres ser exitoso en México debes aceptar las cosas, debes doblar las manos y bajar la vista avergonzado por haber vendido (en caso de) tus principios; y si lo haces gustoso o inconsciente, entonces también dobla las manos y baja la vista avergonzado, pues quizás el éxito te tiene cegado.

…a los que lean estas madres… nos vemos y chido por darse el tiempo.

sábado, 10 de abril de 2010

El orgullo de ser mexicano.



En estas épocas bicentenarias y centenarias (esta última relegada por el Gobierno Federal por razones que explicaré más adelante), es fácil y hasta patriótico sentir orgullo nacional; claro que esto se lo dejo a los ciudadanos que no saben nada de nada y a los políticos (que tampoco saben nada), que les juegan el dedo en la boca, que les venden una independencia inexistente y una revolución fraudulenta.
Me explico.
Muchos crecimos en una sociedad en la que todavía era dado el respeto incondicional a los lábaros patrios y a los héroes nacionales; en mi secundaria un compañero que desafortunadamente para él era un Testigo de Jehová en una escuela “laica” pero católica, claro está, y todos los lunes de honores a la bandera era castigado por anteponer su ideología religiosa al patriotismo. Otra compañera en una ocasión fue castigada por el maestro al comentar (como un simple comentario que uno hace a un compañero de clase) que un vecino suyo que trabajaba como recolector de basura se parecía a Benito Juárez. Y yo, una vez (después más seguido), fui mandado a la dirección a escuchar cómo la directora me daba una cátedra de respeto hacia el Ejecutivo por haberme referido como “pinche pelón” al entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari, que en esos años, antes de 1994, aún era querido y respetado por muchos simplemente porque dijo en el tono burlón y picarón que caracteriza a los políticos demagogos (es decir, a todos) en televisión a nivel nacional y en compañía de Jorge Campos y otros seleccionados nacionales cuando ganaron (sí, antes ganaban) la Copa Oro, que sería bueno llenarla de tequilita. Yo fui suspendido tres días de la escuela por insultar al presidente y él, el presidente, fue premiado con la exoneración de sus pecados; mató, humilló, reprimió y robó (vaya que robó), y dejó al país más hundido de lo que estaba.
¿Por qué digo esto? Simplemente porque en estos tiempos de orgullo nacional rebosante en los discursos de todos los políticos, en que todos y cada uno de ellos andan tomándose la foto sonrientes (¿nunca se han preguntado por qué los políticos siempre andan sonrientes?; es la sonrisa del que roba y engaña con Inmunidad Constitucional), tiempos en que los mexicanos seguimos muriéndonos de hambre, de balazos del narco y federales (en Tamaulipas, hace unos días, unos militares en un retén abrieron fuego en contra de una peligrosísima familia que contaba entre sus filas a un hombre que intentaba proteger a los suyos, a una mujer que pedía paz y auxilio desesperadamente ondeando una toalla blanca y, quizás, la peor amenaza que vieron los militares, un niño de cinco años y otro de nueve, el primero armado con una paleta payaso y el segundo le sacó la lengua al comandante… sólo estos dos niños murieron acribillados cual capos de la mafia… ¡pinches puercos! Con perdón de los porcinos, esas nobles criaturas que tan delicioso saben). Repito, en estos días en que la situación del país está peor que nunca, los políticos se levantan el cuello y dan su apoyo moral a las familias de sus víctimas (Calderón lo hizo, dio todo su apoyo moral a la familia de estos dos niños… señores gobernantes, no queremos apoyo moral de ustedes, para eso están nuestras familias, nuestros amigos y el resto de la mellada sociedad mexicana, queremos soluciones, queremos que se pongan a trabajar y no sólo se dediquen a salir bonitos en la tele diciendo mentiras; queremos que dejen de hacerse pendejos o que renuncien y den el poder al pueblo, todos, todos renuncien y den el poder al pueblo… yo no se ustedes, pero al menos yo ya estoy harto de mantener a esa bola de parásitos que llamamos políticos).
A lo que iba. En México se nos ha vendido la historia nacional como una epopeya apoteósica, llena de Grandes Hombres, de héroes nacionales dispuestos a dar la vida por la patria y muchas más mentiras… viles mentiras. Si uno revisa las fuentes de aquellos años y sobre aquellos años (periódicos, revistas, libros, etc), no se sorprenderá en encontrar los mismos apellidos que hoy están en el poder; Creel, Sahagún, Calderón, Mont, Figueroa y un largo, largísimo etcétera (la oligarquía nacional, también conocida como los poderosos, los parásitos del pueblo… los hijos de la chingada que nos tienen como estamos). Entonces uno se preguntará… ¿de verdad tuvimos Independencia? ¿de verdad tuvimos revolución? De alguna forma las tuvimos; nuestra independencia consistió en quitar el prefijo in de la palabra y cambiar al destinatario de la riqueza y soberanía nacional (se tradujo del español al inglés), y nuestra revolución consistió en reformar la opresión, en reformar la injusticia y la desigualdad, en reformar la dictadura y los latifundios.
Los héroes revolucionarios (héroes que luchaban por una mayor y mejor represión y vampirismo económico, como los cataloga Eduardo Galeano) buscaban su pedacito del poder. Madero era un burgués, un rico de pomposos modales y gustos refinados, terrateniente incompatible con la pobreza del pueblo; en pocas palabras era uno de esos ricos que ven en los pobres que generan su riqueza a flojos, viciosos y mentirosos (miren quiénes hablan de mentiras, vicios y flojera, los que en su vida han sabido lo que es el trabajo duro). Pues sí, este aristócrata se alzó en armas bajo el grito de no reelección de Díaz ni ningún otro presidente, se apoyó en el pueblo, es decir en los jodidos que él y otros muchos como él jodían y mantenían jodidos, para lograr su cometido y, una vez en la Grande (la tan preciada silla presidencial – Villa no fue el primer bandolero y asesino que se sentó en la Grande -, por cierto, Madero tampoco, antes hubo muchos otros y después ni se diga, basta mencionar inmediatamente a Huerta, Carranza, Calles, Díaz Ordáz, Salinas, etc, etc, etc). Como decía, una vez presidente, a Madero se le olvidó la cuestión agraria que los zapatistas y villistas exigían y tan sólo, como buen político, se cruzó de brazos y se hizo wey. Luego llegó el flamante restaurador en la opresora figura del barbón Carranza y sucedió lo mismo, traicionó a zapatistas y villistas que le habían prestado apoyo a cambio del reparto de tierras que Madero prometió; Carranza tampoco cumplió. Para no hacerlo tan largo haré un resumen un tanto simplista (en palabras, pues en conceptos no lo es tanto) de lo que siguió; la injusticia siguió, la desigualdad se institucionalizó al igual que el hambre en el campo, los políticus parásitus (conocida especie de Seres Humanos – de los peores que ha visto la vida - que se alimentan de la vida de otros Seres Humanos, sólo que estos pobres y los otros ricos) siguen robando a sus anchas, oprimiendo al pueblo, hipotecando la soberanía nacional al mejor postor, sonriendo en cumbres internacionales donde los ricos del mundo se juntan a estrechar manos, a tomarse fotos todos juntitos como buenos compinches, a contarse chascarrillos mañaneros y, si les queda tiempo, a solucionar el problema de la pobreza y el hambre en el mundo (pobreza y hambre que ellos mismos generan y sostienen… si no, no serían ricos, carajo). Pero casualmente nunca les da tiempo de solucionar estos problemillas; pero hay que comprenderlos, el trabajo de un político debe ser agotador, no es fácil tomarse tantas fotos al día ni saludar a tantas personas que ni siquiera les agradan, y ni hablar de sonreír todo el tiempo, luego de un rato las mejillas duelen.
Así es, en estas épocas de bicentenarios y centenarios, los políticos nacionales muestran interés en que la ciudadanía siga mal informada y creyéndose todo lo que les contaron; que si Hidalgo era un santo patrono de los indios, que si Juárez, aunque duró más de veinte años en el poder, no fue un dictador sino uno de los más grandes presidentes que ha tenido México (claro, hizo cosas importantes), que si Santa Anna, el traidor a la patria (cómo les gusta esta palabra a los políticos), que si Madero el precursor de la Revolución Mexicana, que si la de 1917 la primera constitución social del mundo y bla, bla, bla. Puras mentiras, omisiones, tergiversaciones, invenciones… es decir, nomenclatura política.
Para darse una idea de lo que hablo y de cómo fueron aquellos políticos de inicios del siglo XIX e inicios del siglo XX, simplemente háganse la siguiente pregunta ; si las cosas siguen igual en México otros cien años (de corazón espero que no; ya llevamos mucho tiempo dormidos, se nos ha hecho ya muy tarde), ¿quiénes serán los nuevos héroes nacionales? Calderón pasará a la historia como el justiciero del Crimen Organizado; Fernando Gómez Mont será su fiel patiño (Muriño un mártir político – cierto, su muerte fue trágica, pero con él iban otras personas; la tripulación, que no pasarán a la historia), Raúl Padilla ya compró su historia como promotor de la cultura en Jalisco (qué mejor promotor que un vil empresario que gusta de quitarse del camino a quien le estorba pero no gusta de mancharse las manos de rojo… cuando se tiene dinero los asesinatos se ordenan, no se cometen), Vicente Fox será el Presidente del Cambio (y no el presidente más idiota que ha visto México – por cierto, en las mismas fechas gobernó Bush en EUA (otro PENDEJO) – no se debe ser un genio para saber que en un futuro la sociedad se reirá de este periodo; un consejo a los historiadores que gustan de darles nombres específicos a todos los periodos de la historia (no lo critico), podrían llamarle a este periodo la Era del Gobierno Subnormal en América del norte), y aquí, en estas flamantes tierras mochas y santurronas de Jalisco, el absolutista y bien ponderado, católico, apostólico, románico y etílico Gobernador Emilio Gonzáles Márquez, pasará a ser benefactor social gracias a las limosnotas que gusta de dar a su compadre el santísimo, católico, apostólico, románico y terrorífico señor cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez. Así funciona el país (realmente todos, pero aquí nos compete el nuestro por el momento), ellos son los que deciden quién se convertirá en héroe, quién en traidor, quién en bandido y quien en terrorista (tan de boga hoy, moda yanqui que en México, su presidente Calderón, aquél de las manos limpias, se ha encargado de decir a los cuatro vientos). Resulta que ellos, los políticos, los que roban al pueblo, los que nos oprimen, los que nos matan, los que dan prioridad a los intereses extranjeros por encima de los nacionales, los que empeñaron la soberanía nacional, son los patriotas, los buenos mexicanos, y nosotros, el pueblo, los que osamos exigir igualdad de derechos, de oportunidades y repartición equitativa de la riqueza, los que queremos y creemos en la libertad como única forma de gobierno plausible somos los traidores a la patria, somos los anti-México, somos anarquistas, revoltosos y mentirosos… ¡qué bonito país, chingado! El que roba es héroe y el robado es paria.


Por último quiero hacer mención de un caso particular. Un grupo de compañeros de carrera (todos estudiantes de historia), tienen un programa de radio por internet (evito decir sus nombres ya que no son míos y no me siento con la libertad de hacerlo), por medio del cual no hacen sino dar su humilde opinión y nada más. El problema es que sus opiniones no comulgan con las opiniones de los gobernantes del país y, en nombre de la libertad de expresión, han recibido dos advertencias de parte de nada más y nada menos que el Gobierno Federal; primero recibieron una carta del Secretario de Gobernación, el mismísimo Fernando Gómez Mont, haciéndoles saber que debían poner fin a sus mentiras e injurias. Después, al no hacer caso (en clara actitud rebelde y provocadora, pues ¿quién es más rebelde que aquél que dice lo que piensa a pesar de las amenazas? Todo es cuestión de principios, principios y autorespeto), y luego de un programa en el cual hablaron del por qué el Gobierno Federal da más importancia a la independencia que a la revolución, recibieron una llamada de parte del mismo gobierno con las mismas amenazas… sinceramente les deseo lo mejor y espero que el asunto no pase a mayores, no me gustaría después enterarme que alguno de ellos (o todos) desparecieron misteriosamente, evaporados a la más pura tradición orwelliana.
Trataré de conseguir una copia de la carta de Gómez Mont a mis compañeros para exponerla aquí textualmente y ustedes puedan constatar cómo el señor Secretario de Seguridad hace su lucha contra el crimen amedrentando a jóvenes conscientes de su realidad, jóvenes valiosos que dicen lo que piensan (y piensan con honestidad), acusando de mentirosos a los que no opinan como la versión oficial… después de todo quizás nosotros somos los que confundimos los términos y las definiciones; para el gobierno Libertad de expresión y pensamiento es la libertad que tenemos todos de pensar y decir lo que queramos… siempre y cuando concordemos con la versión oficial.
Así que si me preguntan si me siento orgulloso de ser mexicano, no me resta más que decir que no. Orgullo es una palabra muy grande y que debe ganarse, no usarse a la ligera; quiero a mi país, me gustan sus tradiciones, su gente, su cultura… al que no quiero es al país de ellos, de los políticos, el México corrupto y violento, donde la impunidad de los ricos está institucionalizada y ser pobre es delito.

Les paso el link del programa antes mencionado. si les interesa dense una vuelta, es los sábados a las 7:00 de la noche.

http://eldescafeinado.com/category/programas/guerrilla-programas/

Liberen su cerebro... liberen el espíritu.