sábado, 10 de abril de 2010

El orgullo de ser mexicano.



En estas épocas bicentenarias y centenarias (esta última relegada por el Gobierno Federal por razones que explicaré más adelante), es fácil y hasta patriótico sentir orgullo nacional; claro que esto se lo dejo a los ciudadanos que no saben nada de nada y a los políticos (que tampoco saben nada), que les juegan el dedo en la boca, que les venden una independencia inexistente y una revolución fraudulenta.
Me explico.
Muchos crecimos en una sociedad en la que todavía era dado el respeto incondicional a los lábaros patrios y a los héroes nacionales; en mi secundaria un compañero que desafortunadamente para él era un Testigo de Jehová en una escuela “laica” pero católica, claro está, y todos los lunes de honores a la bandera era castigado por anteponer su ideología religiosa al patriotismo. Otra compañera en una ocasión fue castigada por el maestro al comentar (como un simple comentario que uno hace a un compañero de clase) que un vecino suyo que trabajaba como recolector de basura se parecía a Benito Juárez. Y yo, una vez (después más seguido), fui mandado a la dirección a escuchar cómo la directora me daba una cátedra de respeto hacia el Ejecutivo por haberme referido como “pinche pelón” al entonces presidente de México Carlos Salinas de Gortari, que en esos años, antes de 1994, aún era querido y respetado por muchos simplemente porque dijo en el tono burlón y picarón que caracteriza a los políticos demagogos (es decir, a todos) en televisión a nivel nacional y en compañía de Jorge Campos y otros seleccionados nacionales cuando ganaron (sí, antes ganaban) la Copa Oro, que sería bueno llenarla de tequilita. Yo fui suspendido tres días de la escuela por insultar al presidente y él, el presidente, fue premiado con la exoneración de sus pecados; mató, humilló, reprimió y robó (vaya que robó), y dejó al país más hundido de lo que estaba.
¿Por qué digo esto? Simplemente porque en estos tiempos de orgullo nacional rebosante en los discursos de todos los políticos, en que todos y cada uno de ellos andan tomándose la foto sonrientes (¿nunca se han preguntado por qué los políticos siempre andan sonrientes?; es la sonrisa del que roba y engaña con Inmunidad Constitucional), tiempos en que los mexicanos seguimos muriéndonos de hambre, de balazos del narco y federales (en Tamaulipas, hace unos días, unos militares en un retén abrieron fuego en contra de una peligrosísima familia que contaba entre sus filas a un hombre que intentaba proteger a los suyos, a una mujer que pedía paz y auxilio desesperadamente ondeando una toalla blanca y, quizás, la peor amenaza que vieron los militares, un niño de cinco años y otro de nueve, el primero armado con una paleta payaso y el segundo le sacó la lengua al comandante… sólo estos dos niños murieron acribillados cual capos de la mafia… ¡pinches puercos! Con perdón de los porcinos, esas nobles criaturas que tan delicioso saben). Repito, en estos días en que la situación del país está peor que nunca, los políticos se levantan el cuello y dan su apoyo moral a las familias de sus víctimas (Calderón lo hizo, dio todo su apoyo moral a la familia de estos dos niños… señores gobernantes, no queremos apoyo moral de ustedes, para eso están nuestras familias, nuestros amigos y el resto de la mellada sociedad mexicana, queremos soluciones, queremos que se pongan a trabajar y no sólo se dediquen a salir bonitos en la tele diciendo mentiras; queremos que dejen de hacerse pendejos o que renuncien y den el poder al pueblo, todos, todos renuncien y den el poder al pueblo… yo no se ustedes, pero al menos yo ya estoy harto de mantener a esa bola de parásitos que llamamos políticos).
A lo que iba. En México se nos ha vendido la historia nacional como una epopeya apoteósica, llena de Grandes Hombres, de héroes nacionales dispuestos a dar la vida por la patria y muchas más mentiras… viles mentiras. Si uno revisa las fuentes de aquellos años y sobre aquellos años (periódicos, revistas, libros, etc), no se sorprenderá en encontrar los mismos apellidos que hoy están en el poder; Creel, Sahagún, Calderón, Mont, Figueroa y un largo, largísimo etcétera (la oligarquía nacional, también conocida como los poderosos, los parásitos del pueblo… los hijos de la chingada que nos tienen como estamos). Entonces uno se preguntará… ¿de verdad tuvimos Independencia? ¿de verdad tuvimos revolución? De alguna forma las tuvimos; nuestra independencia consistió en quitar el prefijo in de la palabra y cambiar al destinatario de la riqueza y soberanía nacional (se tradujo del español al inglés), y nuestra revolución consistió en reformar la opresión, en reformar la injusticia y la desigualdad, en reformar la dictadura y los latifundios.
Los héroes revolucionarios (héroes que luchaban por una mayor y mejor represión y vampirismo económico, como los cataloga Eduardo Galeano) buscaban su pedacito del poder. Madero era un burgués, un rico de pomposos modales y gustos refinados, terrateniente incompatible con la pobreza del pueblo; en pocas palabras era uno de esos ricos que ven en los pobres que generan su riqueza a flojos, viciosos y mentirosos (miren quiénes hablan de mentiras, vicios y flojera, los que en su vida han sabido lo que es el trabajo duro). Pues sí, este aristócrata se alzó en armas bajo el grito de no reelección de Díaz ni ningún otro presidente, se apoyó en el pueblo, es decir en los jodidos que él y otros muchos como él jodían y mantenían jodidos, para lograr su cometido y, una vez en la Grande (la tan preciada silla presidencial – Villa no fue el primer bandolero y asesino que se sentó en la Grande -, por cierto, Madero tampoco, antes hubo muchos otros y después ni se diga, basta mencionar inmediatamente a Huerta, Carranza, Calles, Díaz Ordáz, Salinas, etc, etc, etc). Como decía, una vez presidente, a Madero se le olvidó la cuestión agraria que los zapatistas y villistas exigían y tan sólo, como buen político, se cruzó de brazos y se hizo wey. Luego llegó el flamante restaurador en la opresora figura del barbón Carranza y sucedió lo mismo, traicionó a zapatistas y villistas que le habían prestado apoyo a cambio del reparto de tierras que Madero prometió; Carranza tampoco cumplió. Para no hacerlo tan largo haré un resumen un tanto simplista (en palabras, pues en conceptos no lo es tanto) de lo que siguió; la injusticia siguió, la desigualdad se institucionalizó al igual que el hambre en el campo, los políticus parásitus (conocida especie de Seres Humanos – de los peores que ha visto la vida - que se alimentan de la vida de otros Seres Humanos, sólo que estos pobres y los otros ricos) siguen robando a sus anchas, oprimiendo al pueblo, hipotecando la soberanía nacional al mejor postor, sonriendo en cumbres internacionales donde los ricos del mundo se juntan a estrechar manos, a tomarse fotos todos juntitos como buenos compinches, a contarse chascarrillos mañaneros y, si les queda tiempo, a solucionar el problema de la pobreza y el hambre en el mundo (pobreza y hambre que ellos mismos generan y sostienen… si no, no serían ricos, carajo). Pero casualmente nunca les da tiempo de solucionar estos problemillas; pero hay que comprenderlos, el trabajo de un político debe ser agotador, no es fácil tomarse tantas fotos al día ni saludar a tantas personas que ni siquiera les agradan, y ni hablar de sonreír todo el tiempo, luego de un rato las mejillas duelen.
Así es, en estas épocas de bicentenarios y centenarios, los políticos nacionales muestran interés en que la ciudadanía siga mal informada y creyéndose todo lo que les contaron; que si Hidalgo era un santo patrono de los indios, que si Juárez, aunque duró más de veinte años en el poder, no fue un dictador sino uno de los más grandes presidentes que ha tenido México (claro, hizo cosas importantes), que si Santa Anna, el traidor a la patria (cómo les gusta esta palabra a los políticos), que si Madero el precursor de la Revolución Mexicana, que si la de 1917 la primera constitución social del mundo y bla, bla, bla. Puras mentiras, omisiones, tergiversaciones, invenciones… es decir, nomenclatura política.
Para darse una idea de lo que hablo y de cómo fueron aquellos políticos de inicios del siglo XIX e inicios del siglo XX, simplemente háganse la siguiente pregunta ; si las cosas siguen igual en México otros cien años (de corazón espero que no; ya llevamos mucho tiempo dormidos, se nos ha hecho ya muy tarde), ¿quiénes serán los nuevos héroes nacionales? Calderón pasará a la historia como el justiciero del Crimen Organizado; Fernando Gómez Mont será su fiel patiño (Muriño un mártir político – cierto, su muerte fue trágica, pero con él iban otras personas; la tripulación, que no pasarán a la historia), Raúl Padilla ya compró su historia como promotor de la cultura en Jalisco (qué mejor promotor que un vil empresario que gusta de quitarse del camino a quien le estorba pero no gusta de mancharse las manos de rojo… cuando se tiene dinero los asesinatos se ordenan, no se cometen), Vicente Fox será el Presidente del Cambio (y no el presidente más idiota que ha visto México – por cierto, en las mismas fechas gobernó Bush en EUA (otro PENDEJO) – no se debe ser un genio para saber que en un futuro la sociedad se reirá de este periodo; un consejo a los historiadores que gustan de darles nombres específicos a todos los periodos de la historia (no lo critico), podrían llamarle a este periodo la Era del Gobierno Subnormal en América del norte), y aquí, en estas flamantes tierras mochas y santurronas de Jalisco, el absolutista y bien ponderado, católico, apostólico, románico y etílico Gobernador Emilio Gonzáles Márquez, pasará a ser benefactor social gracias a las limosnotas que gusta de dar a su compadre el santísimo, católico, apostólico, románico y terrorífico señor cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez. Así funciona el país (realmente todos, pero aquí nos compete el nuestro por el momento), ellos son los que deciden quién se convertirá en héroe, quién en traidor, quién en bandido y quien en terrorista (tan de boga hoy, moda yanqui que en México, su presidente Calderón, aquél de las manos limpias, se ha encargado de decir a los cuatro vientos). Resulta que ellos, los políticos, los que roban al pueblo, los que nos oprimen, los que nos matan, los que dan prioridad a los intereses extranjeros por encima de los nacionales, los que empeñaron la soberanía nacional, son los patriotas, los buenos mexicanos, y nosotros, el pueblo, los que osamos exigir igualdad de derechos, de oportunidades y repartición equitativa de la riqueza, los que queremos y creemos en la libertad como única forma de gobierno plausible somos los traidores a la patria, somos los anti-México, somos anarquistas, revoltosos y mentirosos… ¡qué bonito país, chingado! El que roba es héroe y el robado es paria.


Por último quiero hacer mención de un caso particular. Un grupo de compañeros de carrera (todos estudiantes de historia), tienen un programa de radio por internet (evito decir sus nombres ya que no son míos y no me siento con la libertad de hacerlo), por medio del cual no hacen sino dar su humilde opinión y nada más. El problema es que sus opiniones no comulgan con las opiniones de los gobernantes del país y, en nombre de la libertad de expresión, han recibido dos advertencias de parte de nada más y nada menos que el Gobierno Federal; primero recibieron una carta del Secretario de Gobernación, el mismísimo Fernando Gómez Mont, haciéndoles saber que debían poner fin a sus mentiras e injurias. Después, al no hacer caso (en clara actitud rebelde y provocadora, pues ¿quién es más rebelde que aquél que dice lo que piensa a pesar de las amenazas? Todo es cuestión de principios, principios y autorespeto), y luego de un programa en el cual hablaron del por qué el Gobierno Federal da más importancia a la independencia que a la revolución, recibieron una llamada de parte del mismo gobierno con las mismas amenazas… sinceramente les deseo lo mejor y espero que el asunto no pase a mayores, no me gustaría después enterarme que alguno de ellos (o todos) desparecieron misteriosamente, evaporados a la más pura tradición orwelliana.
Trataré de conseguir una copia de la carta de Gómez Mont a mis compañeros para exponerla aquí textualmente y ustedes puedan constatar cómo el señor Secretario de Seguridad hace su lucha contra el crimen amedrentando a jóvenes conscientes de su realidad, jóvenes valiosos que dicen lo que piensan (y piensan con honestidad), acusando de mentirosos a los que no opinan como la versión oficial… después de todo quizás nosotros somos los que confundimos los términos y las definiciones; para el gobierno Libertad de expresión y pensamiento es la libertad que tenemos todos de pensar y decir lo que queramos… siempre y cuando concordemos con la versión oficial.
Así que si me preguntan si me siento orgulloso de ser mexicano, no me resta más que decir que no. Orgullo es una palabra muy grande y que debe ganarse, no usarse a la ligera; quiero a mi país, me gustan sus tradiciones, su gente, su cultura… al que no quiero es al país de ellos, de los políticos, el México corrupto y violento, donde la impunidad de los ricos está institucionalizada y ser pobre es delito.

Les paso el link del programa antes mencionado. si les interesa dense una vuelta, es los sábados a las 7:00 de la noche.

http://eldescafeinado.com/category/programas/guerrilla-programas/

Liberen su cerebro... liberen el espíritu.