Durante mi vida he conocido a muchísimas personas; muchas se fueron de mi vida sin mayores contratiempos; conocidos eventuales; otros, entre familiares lejanos (o cercanos pero lejanos) y amigos; estos primeros deslindaron cualquier contacto con mi familia luego de la muerte de mi padre, como si postmortem el título de sobrinos dejara de ser válido; (no es el reconocimiento lo que lamento – antes bien no lamento nada – sino la acción de desechar a la familia de tu hermano cuando ese vínculo muere, es decir, el hermano). Otras personas han dejado más huella en mi vida y me gusta creer que yo he hecho lo mismo en estas personas; familia directa, amigos de verdad (pocos pero chidos) y creo que no cuento con más… pero a mí me parece suficiente.
Otras personas sólo han sido conocidos a los cuales traté durante más tiempo (trabajo, escuela) pero que al perder contacto con ellos la historia es la misma, salen de la vida de uno y muchas veces no se les vuelve a ver más que en contadas chuscas ocasiones que se les encuentra por ahí, vagando a la usanza callejera en todo su glamour… a muchos nos suele pasar, o al menos a mí sí.
¿A qué voy con esto? Sucede que, ahora, cada vez más cerca de la treintena (maldito número tan revelador), me doy cuenta que muchas de esas personas que llegué a conocer en mi vida eran de mi misma edad o algo mayores y menores (cosa que pasaba por alto, quizás por la obviedad del detalle); ahora muchos de esos conocidos son exitosos empresarios, exitosos abogados, exitosos políticos, exitosos ciudadanos, exitosos padres de familia, exitosos cristianos… ¡tanto éxito debe ser abrumador, carajo! Pero los que no nacimos para el éxito, o que cada vez que estamos a punto de alcanzarlo alguien (o nosotros mismos) nos trompicamos, somos más pesimistas… más realistas, dirían muchos y yo entre ellos (no es pesimismo, es optimismo realista; exacto).
La cosa es que no creo que existamos negados y nacidos para tal o cual cosa, eso, para mí, lo decide la forma en que nos desarrollemos (claro, podemos decir – si queremos ponernos preciosos y cursis con la historia y el arte – que ciertos pintores nacieron para pintar, ciertos escritores nacieron para escribir o que los brasileños nacieron para jugar fútbol, etc, etc; todo es relativo, digo yo), y como todo es relativo, el éxito lo es también, y no sólo eso, sino que lleno de matices, como cada cosa y concepto que nos rodea.
Perdí contacto con mis excompañeros de primaria excepto con uno (además estuve en tantas primarias que hubiera sido impensable); a los de la secundaria no los he vuelto a ver más que en ocasionales “ocasiones” para que valga la redundancia, de verlos por la calle y saber que todavía andan por aquí igual que yo; un par estudian en la misma universidad que yo, pero ignoro qué carreras y si me recuerdan (yo lo hago, lo cual me da gusto, pues quiere decir que mi memoria no está tan dañada como auguran algunos; además hay diversos tipos de memorias también). De la prepa continúo frecuentando de una u otra forma a dos amigos; ambos músicos y artistas (otra redundancia), y continúo en contacto con otro, también músico y atlista de hueso colorado.
Después han venido nuevos conocidos; aunándose a los acumulados llegaron aquellos con los que estudié cine. No se ellos, pero ya aprendí muchísimo de esa experiencia (no tanto de cine, eso lo aprendí después; sino de relaciones humanas y reacciones humanas); aquella escuela, con tantos egos enormes flotando en el ambiente no dejaba espacio ni para tirarse un pedo; salí de esa escuela odiando a los esnobs más que lo que jamás los había odiado; hice buenos amigos, aprendí muchas cosas, conocí uno de los ambientes más detestables y elitistas del medio artístico y, lo mejor de todo, vi mucho cine, aprendí muchas cosas y me conocí a mí mismo muchísimo más; realmente aproveché el tiempo en esa escuela, aunque no lo parezca. Sentó mis bases intelectuales actuales, que no pienso abandonar nunca; (y lo digo sin temor a la vieja maldición de nunca digas nunca). Nunca cambiaré de modo de pensar con respecto a la vida y al papel del Ser Humano en ella, porque hacerlo significaría una traición a mis principios y a todo lo que amo y respeto… odiaría mirarme al espejo y ver el rostro de un traidor.
Después de cine llegó Historia; hasta el momento, lo digo seguro, ha sido una de las mejores decisiones que pude haber tomado en mi vida; estudiar historia me abrió una visión que, ya estaba ahí, lo veía todo el tiempo, pero no había tomado conciencia de ello. Sigo pensando en el cine y me gustaría hacer proyectos además de los guiones, que también me he dedicado a escribir por este tiempo; hace unos meses terminamos de grabar un cortometraje que escribí y estamos editando; sigo escribiendo; cuentos, novelas, relatos, historias, salmos, biografías, falsedades, viles mentiras, atrocidades, muertes, perjurios, detalles buenos y bonitos de las sociedades humanas; infinidad de cosas que la literatura me da. Participo en concursos, mando escritos a valoración en editoriales y, en todo este tiempo, (hablo de unos siete años para acá, que comencé a buscar difusión), he conseguido dos malogradas promesas de edición de un libro, un tercer lugar en un concurso de cuento local (me siento bien por tenerlo, es lo que me motiva a seguir concursando), y una antologiable colección de rechazos. Quizás no soy un buen escritor, digo yo… de verdad siempre lo dudo. Pero entonces me doy cuenta de que muchos de mis nuevos conocidos, la banda loca y chida del CUCHS, tienen problemas similares (para nada que me creo único, sino que a veces uno cree que las cosas son personales); los problemas derivan de las posturas, las ideologías, las actitudes; tanto yo como muchos otros conocidos y otros que no conozco tenemos el mismo problema, nuestra forma de pensar es nuestro principal impedimento para tener difusión de manera física; en el arte nacional, y específicamente el local, veo una mayoritaria y lamentable ausencia de compromiso social y político; ese arte es plano. No es arte, es más un remedo que trata de poner una falsa idea en las mentes de los que lo observan. Yo siempre busco reflejar mis intereses y lo que me molesta de la forma en que me gusta hacerlo, sea por el medio escrito o audiovisual; y lo que me molesta, es la pasividad social que existe en todo; vivimos en un país a medio paso entre un Golpe de Estado y una dictadura ultraderechista impuesta por la fuerza militar; todos los días asesinatos tras asesinatos; encajuelados, colgados de puentes, descuartizados, daños colaterales; el Presidente sale a dar la cara con una sonrisa en el rostro y dice lo mismo de siempre; los políticos tienen vendida la patria y nosotros, el pueblo, quedamos entre esta bestia de dos cabezas; el Estado y el Crimen Organizado; el problema es que nosotros estamos desarmados; tenemos las armas del pueblo; palos, azadones, cualquier objeto contundente, y eso sí, mucho corazón.
Esto es lo que me molesta, vivir en un país en el que los servicios de salud sean para los que tienen para pagarlos y el que no tiene se muere y la misma historia con la justicia; un país donde se gastan miles del erario público para malhechas obras públicas, pero no se hacen para nada obras sociales, que son las realmente importantes; todo esto es lo que me molesta, la injusticia, la impunidad de los ricos y poderosos (otro pleonasmo), la desigualdad social y racial. Y todo esto, aunado a demás intereses e inquietudes, siempre está implícito en lo que escribo, no puedo (ni deseo hacerlo), apartarlo de lo que hago, sea en lo que sea; cine, literatura, historia, siempre estarán presente las cosas con las que no estoy de acuerdo, siempre buscaré la forma de decir lo que creo que debería cambiar, de señalar las injusticias como lo que son, de dejar de esperar un cambio de los políticos del país para que México mejore (el cambio está en nosotros, nada más, ellos no quieren cambiar); de decirle a la gente que no porque las cosas han sido así siempre significa que deban ser así siempre; ayudarlos a despertar… más que despertar reaccionar y ensuciarse las manos con una ardua limpieza. Habemos muchos que pensamos así, o al menos lo espero.
Quizás es esto lo que me hace incapacitado para el éxito; desde niño siempre he sido introvertido; me dedicaba más a ver y pensar que a hablar. (Siempre he hablado únicamente cuando tengo algo que decir); si algo me parece mal lo digo; nunca me quedo callado cuando tengo dudas que no puedo resolver yo mismo en ese momento; vocifero y grito cuando es necesario; detesto las injusticias y el abuso de poder y me involucro cuando las presencio. Quizás por eso no consigo una oportunidad del Estado en sus concursos literarios ni difusión en periódicos locales. Quizás por eso no duro en los trabajos; lo lamento, pero no puedo quedarme callado cuando veo que le quieren robar a uno sus derechos; salgo despedido y tras de mi llegan de todo, menos estudiantes; los estudiantes (especialmente los de carreras afines a conductas subversivas y anarquistas; es decir, artes, humanidades) tenemos prohibido trabajar a menos que nos callemos el hocico. Como siempre he dicho, en México la libertad consiste en vivir la libertad que la sociedad/estado impone, no en la propia; los que nos aventuramos a vivir en verdadera libertad muchas veces no tenemos trabajo; somos desempleados de oficio con breves periodos laborales; no podemos ascender al Olimpo de los exitosos, de los buenos partidos, de los niños y niñas bonitas de peinados de salón, perfumes caros y ropa obscenamente más cara (es su dinero, cada quien, pero a mí se me hace un robo cobrar 50 mil pesos por un traje de Dior y una perversión económica por el que los pague). Ese monte está vetado para los que no estudiamos alguna de las carreras de mayor futuro, nos graduamos pronto y nos enlistamos inmediatamente en la sociedad consumidora (y por ende más importante) con el enganche del primer auto; luego vendrá la casa, la televisión, el horno de microondas, el playstation 3 (para los que tienen hijos o para los solitarios viciosos del buen mundo 3D de estas maravillosas cosas); los viajes a las Bahamas en verano, los trajes de tres piezas, los cócteles de beneficencia, el meñique en lo alto y el orgullo en las nubes; si no cambias de auto cada año (qué dirá el Dios Opulencia si me ven conducir un modelo atrasado) tampoco eres exitoso; si tienes aún un celular sin chip (o peor, si no tienes celular) eres menos exitoso que un lumpen (los más exitosos seres humanos, algún día lo explicaré; ya es hora de que se les deje de discriminar).
De muchas cosas depende el éxito; de dinero, privilegios e influencias principalmente, además de otras cosas (The Beatles nos dicen que no puedes comprar amor), ¿pero quién carajos quiere amor si puedes comprar un buen par de nalgas y tetas y una cara bonita? El amor pasa velado, ya a nadie le interesa, por eso estamos como estamos. El éxito también consiste en procrear; formar una familia (por la buena de Dios; es decir casaditos sin mancha; ella blanca blanca y él bien guapo con su moño y toda la cosa y el cabello así, bien aplastado, como morrito de escuela); si no tienes novia no puedes ser exitoso, si no trabajas tampoco, ¿si no vas a misa los domingos cómo quieres que te vaya mejor en la vida? , como me lo dijo cierta ocasión un conocido; o ¿para eso estudiaste cine? Sigues siendo un pinche asalariado. Como me dijo un amigo en otra ocasión que le vi con su flamante traje y gafete que indicaba que había sido atrapado por aquella terrible y familiar bestia descomunal y voraz, también conocida como Wall-Mart.
El éxito llega, se busca y se espera de muchas formas, no sólo de aquella que nos dicen en la tele; yo espero poder vivir de lo que me gusta hacer (es decir, escribir), y aunque no viva rodeado de lujos (que ni los busco ni deseo), me sentiré exitoso; quisiera tener un hijo algún día, y si lo consigo y entre su madre y yo podemos formar un ser humano valioso me sentiré exitoso; si puedo por fin terminar la carrera de historia me sentiré exitoso; me siento exitoso cada que termino de escribir algo simplemente por el hecho de que pude hacerlo… me siento orgulloso de mi familia, en especial de mi madre. Extrañamente las cosas que nos hacen o no exitosos son las mismas para todos; lograr los objetivos personales y profesionales (estudio, trabajo, familia, sociedad etc, etc); de ahí parten si quieres una casa inmensamente enorme en la que puedas perderte durante días, si quieres cambiar de auto cada año, si compras una playera con el dinero que gana un asalariado del mínimo a la quincena, si crees en Dios; todo esto es relativo para el éxito y para la felicidad; tanto el ateo como el beato pueden, más que poder tienen el derecho a ser exitosos y felices sin que sus modus vivendis se vean atrofiados. Y tanto el ateo como el beato, el comunista, el capitalista, el socialista, el marxista, el proyanki… la que fuera su creencia o modo de vivir y pensar no deberían influir en su libertad para tener éxito con lo que se sabe y desea hacer. El Estado mismo se encarga de ponerles trabas a los elementos peligrosos para el pensamiento; quieren una sociedad pasiva, consciente del robo y la injusticia y desigualdad al que son sometidos toda su vida, que se quejan de esa situación, pero que no hacen nada para cambiar las cosas. Gente como nosotros (y otros muchos) somos peligroso para ellos; buscamos un cambio en la forma en que son las cosas; queremos otro sistema, destruirlo completamente y crear uno nuevo, justo y equitativo, donde la riqueza y la pobreza existan sólo de espíritu; donde el Ser Humano realmente pueda desarrollar todo su potencial sin temor a reprimendas por pensar diferente, por osar querer que todos seamos iguales.
Tengo 27 años y casi la mitad de esos años los he vivido afuera de lo legal, de lo social y moralmente aceptado, de lo políticamente correcto, de las buenas costumbres; soy (como muchos más), delincuente, violador, acosador, ratero, criminal, loco, demente, paria, antipatriota, anticristo, odio la vida y a los seres humanos y todo lo que representan; ¿por qué? ¿Porque uso los pantalones rotos, el pelo desarreglado y siempre tengo una cínica sonrisa en el rostro?, aquella del que ríe sabiendo que al hacerlo molesta a los que le miran. ¿Será porque no voy a misa los domingos? (quizás allí encontraré a una buena muchacha, cristiana, pura, que me de su alma y bla, bla, bla…); ¿será, acaso, porque soy un pinche borracho y drogadicto (en palabras de terceros, ya que además de eso soy muchas más cosas), y los borrachos drogadictos no tenemos derechos porque tenemos el cerebro dormido y dañado, todos; somos malvivientes y criminales sexuales?… cada retórica pregunta se me antoja como una respuesta factible… desde la preparatoria aprendí que mi papel en la sociedad era la de marginado social (y no lo digo con ánimo de autolamentación y actitud emo), sino que alguien como yo, que vive su vida bajo sus propias reglas (la primordial – y la única, me atrevería a decir – es el respeto a la libertad de los demás), no encaja dentro de una sociedad donde el derecho a la libertad exige la renuncia de la misma libertad; piénsenlo, es una de las tantas paradojas de la humanidad. Inmediatamente te conviertes en el enemigo; cuando reclamas tu autonomía y aceptas tus responsabilidades de hacerte cargo de tu propia vida y respetar las de los otros siempre y cuando ellos respeten la tuya, diste el primer paso para ser odiado por la sociedad y por el Estado; pues ya no eres igual a ellos, ya no buscas cosas materiales para mostrar a los demás tu éxito, buscas algo más; buscas gozar de esa libertad tuya y quieres que los demás gocen con su propia libertad; pero no puedes, porque tu derecho a ser libre de verdad, es contrario de los interesas sociales del Estado.
Si quieres entrar fácilmente al edén de los exitosos debes acatar las reglas, despedirte de tu libertad; debes respetar a la autoridad ante todo. Debes renunciar a la razón (en palabras de Meyrink, citando a un desquiciado párroco en uno de sus cuentos, cuando un joven pupilo le pregunta ¿qué es el conocimiento?; el miedo a Dios, hijo mío, -le contesta - eso es el conocimiento, el miedo a Dios. Debes, también, conformarte con tu etiqueta; no debes cuestionar dogmas, no debes intentar cambiar las cosas; debes ser pardo, torpe, lerdo, de vista corta e ideas aún más cortas; no pretendo decir que todos los que han tenido éxito en la vida son así, únicamente que, si quieres tener éxito en México, debes ser parte del común denominador; estudiar administración, economía, relaciones y negocios internacionales, leyes, medicina; es decir, carreras de futuro; estudiarlas aunque no quieras y tendrás éxito; luego entrar a trabajar a una gigantesca empresa que te chupe la vida mientras tú le chupas la vida a miles bajo de ti; trabajar para sobresalir a costillas de los más oprimidos así como el opresor mayor vive de tus costillas; es un círculo vicioso que depende de individuos exitosos, que odian ser individuos, que buscan las masas y las encomian.
Los otros, es decir, nosotros, los que queremos vivir igual que ellos (es decir, con las mismas oportunidades, derechos, obligaciones, etc), pero que no queremos renunciar a nuestra libertad a hacer y decir lo que nos venga en gana (repito, sin dañar a otros), tenemos el pequeño problema de no querer entrar al juego; o, mejor dicho, queremos jugar pero con las mismas reglas para todos y con verdadera libertad.
Si quieres hacer arte en México, debes hacer un arte vacío, un arte estético pero tan vano que ofende; sólo así puedes ser reconocido, el otro no es artista, es alborotador. Si quieres estudiar historia, filosofía, sociología, etc, debes hacerlo con el pleno conocimiento de que no vas a hacerte millonario; pero muchos de los que estudiamos esas carreras no nos importa hacernos millonarios y famosos (ni lo buscamos), sólo queremos (o al menos es lo que quiero yo), que las cosas sean distintas. En pocas palabras; si vives en México y quieres tener éxito, debes velar por el derecho consuetudinario del país, pero aquél derecho de la corruptela, impunidad y crimen, no del de tradiciones y costumbres; si quieres ser exitoso en México debes aceptar las cosas, debes doblar las manos y bajar la vista avergonzado por haber vendido (en caso de) tus principios; y si lo haces gustoso o inconsciente, entonces también dobla las manos y baja la vista avergonzado, pues quizás el éxito te tiene cegado.
…a los que lean estas madres… nos vemos y chido por darse el tiempo.