Hace unos días compraba un cigarro en un puesto de periódicos cuando vi, en la primera página del Público, una fotografía que nunca creí ver (al menos en vida); un empresario estadunidense preocupado y abatido por la incertidumbre y el desconcierto.
Todo en este mundo tiene un inicio, un desarrollo, una fase de apogeo, un declive y un fin; las personas lo tenemos, y también lo tienen los grandes imperios de la humanidad; todos pasaron por estas etapas en su existencia; el imperio de Alejandro de Macedonia, el Imperio Persa, el Imperio Mongol, Mexica, Inca, Turco, Romano, napoleónico, etc, etc, y como todos estos, el Imperio Estadunidense, aunque distinto en algunos aspectos, igual en caracteres sociales y políticos y en consecuencias, vive, en estos momentos de su historia, la penúltima fase de ese periodo.
Desde mi más “tierna” infancia los gabachos han regido al mundo, y así ha sido desde muchos años antes de mi nacimiento y del de muchos de nosotros. Una de las principales características de todo imperio que se respete es el poder económico y bélico, y los Estados Unidos, por mucho tiempo, no fue la excepción. Todo lo que nos rodea tiene que ver con los Estados Unidos de alguna forma, la conquista cultural a la que nos han sometido es tan vasta y rígida, que muchas de las costumbres cotidianas del mundo se han “agringado”; la televisión que se consume, la tecnología, la cultura, el comercio, todo, en mayor o menor medida, están presentes en nuestras vidas gracias al vecino país del norte. Las guerras, para ellos, han sido parte importante en el desarrollo económico de EUA, desde que participaron en la 2da guerra mundial, los gabachos parecen haber encontrado en la guerra el arma moralista perfecta e ideológicamente conveniente para ellos.
Con el tiempo nos habíamos ya acostumbrado al régimen de estos norteamericanos, y veíamos lejos la posibilidad de que una nueva potencia mundial surgiera. Pero si los romanos, luego de estar en la cima del mundo occidental por muchos años, fueron derrotados por los ostrogodos aprovechando su declive, ¿qué nos hace pensar que no está por suceder lo mismo con los Estados Unidos, y que algún país está esperando el momento oportuno para derrocar al gigante?
Estados Unidos, al paso de los años, ha ido perdiendo fuerza en el mundo, en algunas cosas; de pronto han sido superados por los asiáticos y la Unión Europea, y una gran cantidad de errores, guerras, arbitrariedades, invasiones, intromisiones, y un largo etcétera, se han encargado de mellar cada vez más la fortaleza del imperio. Ahora están muriendo, y me atrevo a decir que ya no hay nada que los salve de la caída. Están sosteniéndose, ahora sí con la uñas, de lo que pueden, y si no fuera por la gravedad de la crisis mundial que se presenta actualmente y que aún no se muestra en sus totales consecuencias, la situación sería para morirse de la risa.
Y es que la historia está llena de ironías y paradojas en las que alguien o muchos salen perjudicados por sí mismos, y comienzan su propia ruina; Luis XVI de Francia fue decapitado por un pueblo harto y hambriento cuando lo que pretendía era seguir abusando de ellos engañándolos; Napoleón Bonaparte fue derrotado por sus enemigos europeos y su propio país mientras intentaba aumentar su imperio; y una de las principales causas en la caída del Imperio Romano de Occidente fue el envenenamiento por plomo, ya que éstos lo usaban para sus tuberías de agua. Es por eso que el hecho de que los Estados Unidos, el país más odiado del mundo, halla propiciado su propia caída económica, es tan risible como preocupante a la vez; risible porque, seamos honestos, todos (o al menos yo), deseábamos ver la caída del imperio, pero ni en nuestros mejores sueños nos hubiéramos imaginado que todo comenzaría internamente y en uno de sus (aparentemente) puntos más fuertes; la economía. Y preocupante porque… ¿de verdad es necesario que lo explique?
Hasta antes del euro el dólar era la unidad monetaria más confiable del mundo, y ahora ya no es más confiable que el peso mexicano, pues es tan inestable que poco falta para que los grandes inversionistas, las grandes potencias mundiales y las bolsas de valores más poderosas del mundo comiencen a mirar al dólar con un completo desdén que, por incertidumbre aún, quizás, siguen considerando, aunque ya con cierta desconfianza y temor.
Si a esto añadimos los problemas políticos y sociales que enfrentan, creo que no es arriesgado asegurar que, para dentro de tres o cuatro años, minutos más minutos menos, los Estados Unidos no serán ni la sombra de lo que fueron.
El tío Sam nunca había estado en tanto peligro de muerte, ni durante la gran depresión, pues ahí el país aún no era la potencia que sería hasta después de la caída del nazismo. Ahora el Imperio Estadunidense vive su declive, y el fin está tan cerca que ya casi podemos verlo; cualquier error, a partir de ahora, será determinante en el futuro de la otrora potencia mundial (aún se mantiene, de cierta forma, pero la caída es inminente); amenazados por Corea del Norte, Venezuela, Rusia, Cuba, y una larga lista de países que gustosos esperan una oportunidad para vengarse del país que tanto daño ha causado (y que quede claro que no pretendo culparlos de todos los problemas del mundo, sería tan injusto como decir que el sida es culpa de los homosexuales), pero siendo “objetivos”, sabemos que de los males del mundo, los más, fueron y son provocados por los gabachos.
Ahora no nos queda mas que esperar el curso natural de las cosas; Bush saldrá de la Casa Blanca por la puerta trasera, con más pena que gloria, y el nuevo Presidente tendrá una tarea tan complicada que, más que el triunfo debería añorar la derrota, pues el país le quedará en una situación tal que, sólo tendrá de dos sopas; mantener a flote el barco por algunos años y hacer la caída más decorosa y menos evidente (o al menos no tan tajante), o cometer un error tan garrafal (entiéndase cualquier nuevo conflicto bélico en el que quieran inmiscuirse o renovar votos con alguno ya olvidado por un tiempo para intentar, inútilmente, resurgir como el fénix de sus propias cenizas) que termine por precipitar el derrumbe, y cambiar el famoso American way of life por una desolación tan devastadora, que el país de las barras y las estrellas pasará del primer mundo al tercero tan pronto que ni Hollywood con su patriotismo insano, MTV con su enajenación mental, Coca Cola con su adictiva fórmula y el Parlamento Ingles con su incondicional apoyo, podrán evitarlo.
Todo en este mundo tiene un inicio, un desarrollo, una fase de apogeo, un declive y un fin; las personas lo tenemos, y también lo tienen los grandes imperios de la humanidad; todos pasaron por estas etapas en su existencia; el imperio de Alejandro de Macedonia, el Imperio Persa, el Imperio Mongol, Mexica, Inca, Turco, Romano, napoleónico, etc, etc, y como todos estos, el Imperio Estadunidense, aunque distinto en algunos aspectos, igual en caracteres sociales y políticos y en consecuencias, vive, en estos momentos de su historia, la penúltima fase de ese periodo.
Desde mi más “tierna” infancia los gabachos han regido al mundo, y así ha sido desde muchos años antes de mi nacimiento y del de muchos de nosotros. Una de las principales características de todo imperio que se respete es el poder económico y bélico, y los Estados Unidos, por mucho tiempo, no fue la excepción. Todo lo que nos rodea tiene que ver con los Estados Unidos de alguna forma, la conquista cultural a la que nos han sometido es tan vasta y rígida, que muchas de las costumbres cotidianas del mundo se han “agringado”; la televisión que se consume, la tecnología, la cultura, el comercio, todo, en mayor o menor medida, están presentes en nuestras vidas gracias al vecino país del norte. Las guerras, para ellos, han sido parte importante en el desarrollo económico de EUA, desde que participaron en la 2da guerra mundial, los gabachos parecen haber encontrado en la guerra el arma moralista perfecta e ideológicamente conveniente para ellos.
Con el tiempo nos habíamos ya acostumbrado al régimen de estos norteamericanos, y veíamos lejos la posibilidad de que una nueva potencia mundial surgiera. Pero si los romanos, luego de estar en la cima del mundo occidental por muchos años, fueron derrotados por los ostrogodos aprovechando su declive, ¿qué nos hace pensar que no está por suceder lo mismo con los Estados Unidos, y que algún país está esperando el momento oportuno para derrocar al gigante?
Estados Unidos, al paso de los años, ha ido perdiendo fuerza en el mundo, en algunas cosas; de pronto han sido superados por los asiáticos y la Unión Europea, y una gran cantidad de errores, guerras, arbitrariedades, invasiones, intromisiones, y un largo etcétera, se han encargado de mellar cada vez más la fortaleza del imperio. Ahora están muriendo, y me atrevo a decir que ya no hay nada que los salve de la caída. Están sosteniéndose, ahora sí con la uñas, de lo que pueden, y si no fuera por la gravedad de la crisis mundial que se presenta actualmente y que aún no se muestra en sus totales consecuencias, la situación sería para morirse de la risa.
Y es que la historia está llena de ironías y paradojas en las que alguien o muchos salen perjudicados por sí mismos, y comienzan su propia ruina; Luis XVI de Francia fue decapitado por un pueblo harto y hambriento cuando lo que pretendía era seguir abusando de ellos engañándolos; Napoleón Bonaparte fue derrotado por sus enemigos europeos y su propio país mientras intentaba aumentar su imperio; y una de las principales causas en la caída del Imperio Romano de Occidente fue el envenenamiento por plomo, ya que éstos lo usaban para sus tuberías de agua. Es por eso que el hecho de que los Estados Unidos, el país más odiado del mundo, halla propiciado su propia caída económica, es tan risible como preocupante a la vez; risible porque, seamos honestos, todos (o al menos yo), deseábamos ver la caída del imperio, pero ni en nuestros mejores sueños nos hubiéramos imaginado que todo comenzaría internamente y en uno de sus (aparentemente) puntos más fuertes; la economía. Y preocupante porque… ¿de verdad es necesario que lo explique?
Hasta antes del euro el dólar era la unidad monetaria más confiable del mundo, y ahora ya no es más confiable que el peso mexicano, pues es tan inestable que poco falta para que los grandes inversionistas, las grandes potencias mundiales y las bolsas de valores más poderosas del mundo comiencen a mirar al dólar con un completo desdén que, por incertidumbre aún, quizás, siguen considerando, aunque ya con cierta desconfianza y temor.
Si a esto añadimos los problemas políticos y sociales que enfrentan, creo que no es arriesgado asegurar que, para dentro de tres o cuatro años, minutos más minutos menos, los Estados Unidos no serán ni la sombra de lo que fueron.
El tío Sam nunca había estado en tanto peligro de muerte, ni durante la gran depresión, pues ahí el país aún no era la potencia que sería hasta después de la caída del nazismo. Ahora el Imperio Estadunidense vive su declive, y el fin está tan cerca que ya casi podemos verlo; cualquier error, a partir de ahora, será determinante en el futuro de la otrora potencia mundial (aún se mantiene, de cierta forma, pero la caída es inminente); amenazados por Corea del Norte, Venezuela, Rusia, Cuba, y una larga lista de países que gustosos esperan una oportunidad para vengarse del país que tanto daño ha causado (y que quede claro que no pretendo culparlos de todos los problemas del mundo, sería tan injusto como decir que el sida es culpa de los homosexuales), pero siendo “objetivos”, sabemos que de los males del mundo, los más, fueron y son provocados por los gabachos.
Ahora no nos queda mas que esperar el curso natural de las cosas; Bush saldrá de la Casa Blanca por la puerta trasera, con más pena que gloria, y el nuevo Presidente tendrá una tarea tan complicada que, más que el triunfo debería añorar la derrota, pues el país le quedará en una situación tal que, sólo tendrá de dos sopas; mantener a flote el barco por algunos años y hacer la caída más decorosa y menos evidente (o al menos no tan tajante), o cometer un error tan garrafal (entiéndase cualquier nuevo conflicto bélico en el que quieran inmiscuirse o renovar votos con alguno ya olvidado por un tiempo para intentar, inútilmente, resurgir como el fénix de sus propias cenizas) que termine por precipitar el derrumbe, y cambiar el famoso American way of life por una desolación tan devastadora, que el país de las barras y las estrellas pasará del primer mundo al tercero tan pronto que ni Hollywood con su patriotismo insano, MTV con su enajenación mental, Coca Cola con su adictiva fórmula y el Parlamento Ingles con su incondicional apoyo, podrán evitarlo.
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